martes, 15 de diciembre de 2009



El día 12 de diciembre de este año (2009) AB Corporación patrocinó otra presentación de "La Última Vuelta de Tuerca". La iniciativa surgió de una admiradora del libro, mi amiga Rosa María de Zamora, quien invitó a amistades y compañeros de trabajo para otro desayuno-conversatorio (La Panetiere, Santa Elena), algo que parece funcionar muy bien para la promoción de mi novela.






Sin embargo, contrario a lo esperado (¡Gracias a Dios!) la plática derivó a terrenos íntimos, a jardines secretos. Hubo testimonios de amor, confidencias, casi se derramaron lágrimas. Pero lo insólito no radica en que se exhibieron las emociones. Lo que llamó más mi atención es que una buena parte de los asistentes no se conocía entre sí, no se habían visto en su vida y ni siquiera sabían de la existencia de sus compañeros de mesa. Pero la emoción desbordaba y el cariño nos contagió a todos. Vamos, si la literatura es un buen pretexto para que estas cosas ocurran... ¡Bendita seas, literatura!


sábado, 5 de diciembre de 2009


TESTIMONIO DE GRATITUD.

En los últimos meses, y después de varios eventos relacionados con la presentación de "La Última Vuelta de Tuerca" en el Centro Español, creo que llegó la hora de actualizar este blog y hacer patente mi gratitud a todos aquellos que han visto a mi persona como un auténtico literato en crecimiento y que, en tal sentido, han apoyado todas mis iniciativas:

1. Laboratorios López, que patrocinó, gracias a una gestión de Carlitos Rivera Richardson, un exitoso desayuno-conversatorio en Restaurante Basilea;

2. Una segunda presentación patrocinada por Laboratorios BIAL, realizada en Librería La Casita;

3. Presentación para el Club Rotario de Santa Tecla, donde además impartí una conferencia sobre Novelística Salvadoreña (muchas gracias a Mauricio Andino por gestionar tan bonito evento).

El sillón vacío bajo la lámpara es una invitación para una pausa en el camino. Para pensar. Para volver a sintonizar el alma con todo lo que ocurre alrededor, para afinar el tono, encontrar la rima perfecta.

martes, 14 de julio de 2009

"La Última Vuelta de Tuerca" En el Centro Español.




Fue un evento muy emocionante. La organización impecable, la solícita atención de mi esposa Silvia Yanira, la asistencia de amigos (Gerardo Rivera, Víctor Segura, Franklin Mónico, Rina Perla, entre otros), las finas cortesías de los socios del Centro Español (en especial de los señores Balseiro, Bonet y Serra), las cálidas palabras de Roberto Laínez... ¿Qué más se puede pedir? Pues la presencia de los medios, en especial de los reporteros de la sección Cultura de la Prensa Gráfica. ¡Estoy muy agradecido por la excelente cobertura periodística! Transcribo el artículo completo:

Un escritor de corazón

La novela “La última vuelta de tuerca” es el más reciente trabajo del escritor y médico cardiólogo Hugo Villarroel Ábrego. Una historia sobre las complejidades del amor, los conflictos del corazón, pero también sobre la cotidianidad de los seres humanos.

Escrito por Patricia Cruz
Lunes, 22 junio 2009

Como cardiólogo que literalmente ha tenido el corazónen sus manos. Lo conoce, lo ha visto. “Era inevitable que pensara en el corazón y en males de amor”, admite Hugo Villarroel Ábrego. Quien tuvo que combinar su profesión médica con el oficio de escritor, por lo que escribir esta novela le tomó unos cuatro años en los que como él mismo dice “el libro estuvo migrando entre mi escritorio y la gaveta”.

Con la misma disciplina que aplica como médico, trabajó junto al poeta Roberto Laínez en la edición y cuidado de la novela. “Hemos trabajado en un proceso con Roberto, el cual a veces parecía jardinería y a veces construcción de albañilería”, explicó Villarroel. Así es como los personajes de la historia fueron tomando forma y fuerza.

“En este libro se habla de un taxista, characuaco, que se reencuentra con su hija después de mucho tiempo y trata de reconstruir aunque sea de una manera relativamente secreta y de poco perfil ese vínculo de amor, habla de amores que se han alejado mucho y se han reencontrado en el tiempo aunque esto generalmente lleva a crisis, los reencuentros llevan a crisis y la crisis lleva a sufrimiento psicológico. Quisimos darle personajes lo más parecido posible a los que vemos todos los días de carne y hueso”, explicó el autor.

Por su parte, Laínez aplaudió la disciplina mostrada por el autor a la hora de la edición, además de reconocer que la obra cuenta con los momentos de remanso y de intensidad requeridos en una novela. Es ese ritmo lo más difícil de alcanzar al escribir en este género: “Lo importante es que la novela cobre un ritmo y lo sostenga, que sea una novela que te module, es decir, que te de momentos de reposo pero también momentos intensos”, afirmó.

Agregó que la mayor valía de la obra radica en los personajes mismos, esto sin desestimar la historia misma: “creo que la gran fuerza de la novela radica en la construcción de los personajes, son personajes sólidos, que los sentís viviendo” detalló. La historia se desarrolla en una ciudad-estado, inexistente, pero pese a ello evoca paisajes de San Salvador, y así como puede serlo, puede que no", agregó Laínez.

Esta es la segunda publicación de Villarroel, su primer libro “En el nombre de David” lo publicó en 2004, una autopublicación que circuló más en su círculo de amistades. Su nueva novel, también autopublicada, tiene como objetivo llegar a más público, por ello también optó por solicitar asesoría editorial.

Pero ¿qué hace un médico escribiendo? “Exorcizando demonios propios”, responde presuroso Villarroel. Y agrega: “Uno es el catalizador de muchos procesos de vida de otros, somos el pararrayos de las emociones y el dolor de muchas personas. La carga de dolor, de frustración, de pena y de victorias y derrotas de la vida de mis pacientes me impregna y necesito expresarme”.

Ser escritor de tiempo completo “sería un sueño”, afirma Villarroel, pero sus pacientes lo demandan por lo que de momento ve difícil esa posibilidad. “No me imagino dejando una cosa del todo. Por momentos sueño con dedicarme a la literatura, es como un matrimonio de conveniencia”, el que tiene entre la medicina y la literatura, concluyó Villarroel.

PERFIL

Nombre:

Hugo Villarroel Ábrego, San Salvador 1964.

Trayectoria:

Médico cardiólogo de profesión. En 1994 ganó el Premio Nacional de Cardiología. En la literatura se inició en 2002, publicó su primera novela en 2004 llamada “En el nombre de David”. Su más reciente novela “La última vuelta de tuerca” se encuentra actualmente a la venta exclusivamente en Librería La Casita, su precio es de $14.5.




Sigo recibiendo ofertas para la promoción de la novela:

Una reunión en casa de mis amigos Licry y Leopoldo Bicard;
Presentación en el Palacio de la Cultura de Santa Tecla (idea de Roberto Laínez);
Presentación en la Feria Centroamericana del Libro, en San Salvador (A petición de la Editorial Roxsil);
Presentación para los estudiantes de la Universidad Evangélica de El Salvador (idea del
Rector, Dr. Víctor Segura Lemus).

martes, 21 de abril de 2009





"La última vuelta de tuerca": un poco de historia.

Para empezar, quiero agradecer a las personas que me han hecho llegar sus comentarios sobre mi segunda novela. Cada una de ellas tiene una visión particular, muy propia e irrepetible, pero he notado que hay una convergencia notable de ideas hacia ciertos elementos temáticos y estilísticos del libro:

1. Su estructura, que parece evocar un guión cinematográfico;
2. La facilidad con que la historia se deja leer, generando cierta avidez por leerla de un tirón;
3. La capacidad del texto para despertar emociones muy intensas y variadas.
Esto me lleva a hacer alguna gimnasia mental y, despupes de un par de semanas de cavilación, he llegado a algunas conclusiones:

1. Sí, no se puede negar que antes de escribir el libro lo veía en secuencias de imágenes, como si se tratase de las escenas de una película.
2. En contraposición a "En el nombre de David", mi primera novela, el desarrollo lineal del tiempo ha facilitado la lectura, aunque me preocupa que esto lleve, en el futuro, a un estilo de escribir más parecido al de los bestsellers que al de los literatos que siempre he admirado. No puedo, sin embargo, quejarme. El barroquismo de primer libro fue más un ejercicio de autocomplacencia que un intento de comunicación con los lectores.
3. Mi mayor satisfacción, lo confieso, se basa en la capacidad de la novela en despertar emociones. Creo que esto ha sido posible por dos razones. En primer lugar, la prosa poética puede seducir al niño interior del lector, en especial si se adorna con elementos épicos, no importando lo modesto del escenario o lo simple o complejo de la acción. Segundo, los personajes son muy emotivos per se, soportan una pesada carga afectiva que los desborda, al parecer, y tomando en cuenta las opiniones recibidas, contagiando al lector.

Esperaré otras opiniones y puntos de vista antes de seguir arribando a conclusiones. En mí hay, además del escritor en crecimiento, un hombre de ciencia que necesita de evidencia, que trata de colectar y sistematizar toda la información posible antes de validar la hipótesis que considero fundamental: Creo que vale la pena seguir escribiendo.

En subsecuentes entradas del blog comenzaré a narrar el proceso creativo que llevó a la publicación de esta novela.


Hugo Villarroel Ábrego.


  

 

sábado, 11 de abril de 2009

Crítica de "La última vuelta de tuerca".

Transcribo a ustedes comentarios de un lector (para mí desconocido) que leyó una versión preliminar de "La última vuelta de tuerca", por encargo de una conocida editorial en español, con la que, por desgracia, no logré alcanzar un acuerdo.

"La historia está bien planteada, la intriga se va desvelando poco a poco y logra atraer la atención del lector... Se accede al contexto, sobre todo, a partir del Characuaco y sus múltiples recorridos en el taxi. La trama está bien manejada, es consecuente y resulta atractiva... Tiene posibilidades comerciales..."

Al reconsiderar ciertas críticas -válidas- sobre la estructura narrativa y carga prosística, decidí reescribir la obra con un solo narrador semi-omnisciente.
En subsecuentes actualizaciones iré acotando datos del proceso creativo que culminó con la publicación de la novela.


Hugo Villarroel A.

Agrego al blog la fotografía original de Edu Villarroel que sirvió de inspiración para la portada del libro. Gracias, hijo mío.



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viernes, 3 de abril de 2009

UNA CONVERSACIÓN CON DOUGLAS OLMEDO

Presento a mis amigos la entrevista que me hizo Douglas Olmedo de CLIC Magazine el día 2 de abril del 2009, respecto a mi novela "La última vuelta de tuerca".

Una excusa para hablar de amor.

Por Douglas Olmedo (Fundación CLIC).
El escritor salvadoreño Hugo Villarroel Abrego presentará su más reciente publicación, titulada La última vuelta de tuerca. Titulado como médico internista, cardiólogo y ecocardiografista, el también escritor de 44 años abre una nueva página en su vida y nos presenta su visión sobre la importancia del amor en la felicidad de hombres y mujeres. La presentación de la obra se realizará el próximo martes 7 de abril a partir de las cinco de la tarde en el Restaurante Sal y Pimienta, ubicado en el Bulevar del Hipódromo Nº 572, colonia San Benito.
La última vuelta de tuerca es una novela salvadoreña de 372 páginas, impresa en El Salvador por Avanti Gráfica. S.A. de C.V., y cuenta con un tiraje de 1000 ejemplares. Esta publicación puede ser adquirida en la librería La Casita a un precio de $14.50 de dólar. Previo a la presentación del próximo martes, el Dr. Hugo Villarroel Abrego nos habla sobre su reciente propuesta literaria, donde algunos de sus amores no concretan su recorrido por la vida de manera satisfactoria, de ahí el nombre de su obra.
¿Cuál es el mensaje principal de su propuesta literaria?
Yo consideraría que es un pretexto para hablar de amor, porque todos los personajes en la obra se mueven dentro de una historia que tiene un marco temporal pequeño y un marco espacial grande, donde los personajes se presentan como menesterosos del amor. Se trata de personas que han amado y han vivido romances intensos sin la necesidad de que estos fuese fructíferos. Hablamos de amores de todo tipo que dentro de la visión actual de la sociedad, ortodoxa e hipócrita, son mal vistos por otros; hablamos de un amor entre personas del mismo sexo, pero también de la vivencia del hombre ante el amor a Dios y la concepción religiosa en su vida. En este sentido, el libro resume la visión de un narrador [en apariencia] omnisciente descriptivo e interpretativo pero que no es capaz de penetrar totalmente. Desde esa óptica, lo que estamos evaluando es cómo las personas en este entorno social están sufriendo, sobreviviendo y gozando alrededor del amor en todas sus formas. Este no es un amor necesariamente sano, porque nos acostumbramos a llevar las emociones al extremo, experimentamos con los sentimientos ajenos y tratamos de obtener el máximo beneficio o provecho posible de cada circunstancia… Es como si le diéramos una y otra y otra vuelta a la tuerca, hasta que llega el momento en que la tuerca no puede girar mas; y entonces, en un intento a veces insensato por lograr llevar las cosas al extremo, puede romperse el mecanismo o [dañarnos en] el intento. Es una situación hipotética donde se cuestiona qué pasa cuando llevamos todo al extremo, y donde se pone de manifiesto que persiste la tendencia humana de dar la ultima vuelta a la tuerca o de llevar las cosas un poquito más arriba; de ir superando nuestras hazañas, aunque estas sean estupideces, pero nos encanta una y otras vez ir forzando los mecanismos de las cosas.
¿Cuándo y dónde surge la idea de escribir esta obra?
Este libro comenzó a escribirse en septiembre del año 2003, en ocasión de un viaje que realicé a Europa. Este me sirvió para tener la perspectiva de cómo uno de los personajes más importantes veía a su propio país desde el extranjero. Aunque existieron otras versiones previas de la obra que nunca vieron la luz de la imprenta, y que sólo fueron revisadas por algunos amigos cercanos, [la novela] comenzó a tener forma definitiva como novela a finales del 2007.
¿Por qué la temática del amor?
Porque el amor lo llena todo. Cada día el amor juega un papel extraordinario en la supervivencia humana; creo que como criaturas biológicas seguimos vivos [gracias a él] o por lo menos es el amor lo que le da cierto sentido a lo que estamos haciendo. Durante años, en mi trabajo como médico, me he dado cuenta que muchas de las más graves dolencias que me ha tocado manejar no son necesariamente dolencias de tipo físico; sino que han sido enfermedades espirituales... La falta de amor, o cuando no existe un ambiente o escenario apropiado para que el amor florezca en forma más sublime. Digamos que ante estas situaciones uno va empezando a desarrollar cierta sensibilidad sobre ese punto. [Por ejemplo, qué pasa con] el amor hacia los mayores... Qué pasa con la vivencia de los padres en la medida que ven crecer a sus hijos, qué ocurre con todos esos hogares que están separados... Todas esas formas de amor y desamor son tratadas en la obra. Aquí hay amores que se encuentran con treinta años de atraso, algunos se van forjando en el camino, y otros por diversas circunstancias no se pudieron concretar en su momento. En otras palabras, por lo menos en mi vida, el amor es la cosa más importante y eso se traduce en lo que escribo. Además, este es un libro psicológico que tiene ciertas connotaciones de novela negra, pero no tiene una visión orientada a matar (desperdiciar) el tiempo [del lector], al contrario es un libro para leerlo [a] pausas. No es una lectura difícil, pero no niego que mi estilo tiende a ser un poco [...] poético. Sin embargo, he aprendido a domesticar esa parte de la pluma para volverlo accesible a un amplio sector de personas, sin perder el estilo propio.
Su trayectoria habla de más de quince años de ejercer como médico y como escritor.
Yo desempeño desde hace años muchas funciones dentro del qué hacer médico, la docencia y la disertación de conferencias a nivel nacional e internacional. Escribir para mi no es un desahogo, sino el resultado de influencias muy tempranas en mi vida, determinadas por una relación muy intensa, cercana y cómplice con mi madre. Los dos pasábamos mucho tiempo juntos con la lectura, de hecho los mejores tiempos de nuestra vida fueron precisamente leyendo; ella me enseñó a leer, me dio los primeros pasos y me cultivó esta afición, por eso es que escribir viene siendo como una necesidad orgánica al igual que respirar y comer. Actualmente, continúo escribiendo, me mantengo trabajado casi todos los días en diferentes proyectos. Escribo no por necesidad económica ni porque creo que la literatura vaya a suplantar mi profesión. Escribo porque si no lo hago probablemente tendría problemas de estabilidad emocional y esto es como mi válvula de escape para expresarme como ser humano. La ciencia me da un marco referencial muy frío y no tengo forma de manejar el aspecto emocional, en cambio la literatura es el vehículo de expresión para las personas. Por eso no es raro que muchos médicos, precisamente por la evidencia de ver a otros seres humanos sufriendo, se inclinen a buscar en la música y la literatura, un mecanismo de escape. De ahí que mi primer esfuerzo literario real comenzó con los estragos ocasionados durante los terremotos de enero y febrero de 2001 en El Salvador.
La última vuelta de tuerca fue presentada de manera exclusiva el pasado 25 de marzo en la ciudad capital. Posterior a la actividad del próximo martes 7 de abril, el Dr. Hugo Villarroel Abrego continuará trabajando en la producción de seis proyectos literarios, cuatro de ellos destinados al público infantil. El autor también ha escrito el libro En el nombre de David en el año 2004.

lunes, 2 de marzo de 2009

LA ÚLTIMA VUELTA DE TUERCA

ESTIMADOS LECTORES:

POR FIN TENGO EN MIS MANOS LOS EJEMPLARES RECIÉN IMPRESOS DE MI SEGUNDA NOVELA, "LA ÚLTIMA VUELTA DE TUERCA".


LA PORTADA ES UNA COLABORACIÓN DE MI HIJO EDUARDO ALONSO VILLARROEL MARTÍNEZ. PRONTO COMENZARÉ A DISTRIBUIR LA NOVELA (372 PÁGINAS) EN LAS PRINCIPALES LIBRERÍAS DEL PAÍS.

QUISE ESCRIBIR UNA NOVELA DE AMOR, PERO PRONTO ME DI CUENTA QUE EL AMOR MUCHAS VECES CONLLEVA PENA, FRUSTRACIÓN Y DOLOR, NO SIEMPRE ES UNA EXPERIENCIA DULCE. HABLO DE AMOR EN CUALQUIERA DE SUS FORMAS DE EXPRESIÓN: FILIAL, DE PAREJA, ENTRE AUTÉNTICOS AMIGOS, MÍSTICO... MIS PERSONAJES AMAN CON INTENSIDAD, LUCHAN POR QUE EL SENTIMIENTO TRASCIENDA MÁS ALLÁ DE LO COTIDIANO: ESTÁN DISPUESTOS AÚN A ROMPER CON TODO, PRESENTE, PASADO O FUTURO, CON TAL DE AMAR. NO SÉ CUÁNTO SE REFLEJA EL AUTOR EN LAS PÁGINAS, PERO SÍ ME CONSTA QUE CADA UNA DE ELLAS FUE ESCRITA ESCRITA CON GANAS Y PRECIOSISMO, SIN REPAROS EN EL TIEMPO O ESFUERZO QUE ESTO IMPLICARA. ESA PACIENCIA SE LA DEBO A SILVIA YANIRA, MI ESPOSA, MI MÁS DURA CRÍTICA PERO A LA VEZ MI PROMOTORA MÁS ARDIENTE. A ELLA DEDICO LA NOVELA, CON ESTOS VERSOS, ESCRITOS EN UN ARREBATO DE AMOR, CUANDO LA VÍ ATACADA POR FUERZAS EXTRAÑAS QUE MUY A SU PESAR JAMÁS HAN PODIDO ALEJARLA DE MI CORAZÓN:


¿Puedo bogar contigo

Contra esta marea de improperios?

Dame tu mano ardiente

Para subir a cubierta

Dame el timón, dame tu brújula

Te llevaré a buen puerto

En donde no sea delito

El pedir permiso

Para comerse el cielo…

Para Yani

Por siempre

Para siempre


GRACIAS POR SU INTERÉS EN ESTE TRABAJO. LES REGALO A USTEDES UN FRAGMENTO DEL PRIMER CAPÍTULO.

HASTA LA VISTA.


1

Confesiones del prisionero nostálgico.

Ciudad Península.

Agosto 8, 2003. Viernes.

7:16 P.M.

Lo llaman el Characuaco. Nunca usa su nombre verdadero porque siente que no le pertenece, que es como una camisa prestada que no le talla bien y que apesta a olores ajenos. Recién cumplidos los sesenta y seis años, tiene gustos sencillos la y cabeza dura, como cree que todo hombre decente debe ser. Se ha dicho en su contra que no es hombre de muchos principios, pero debe aceptarse que a los pocos que conserva les guarda una fidelidad a toda prueba. Seco de carnes, cabezón, casi calvo y narigudo, parece un pájaro raro a medio disecar, pero no le resulta difícil, a pesar de su estrafalaria estampa, el pasar desapercibido cuando se lo propone.

Hoy es uno de esos días para mostrar bajo perfil. Frena el taxi frente al hotel y, al despedirse de su cliente —y jefe— Eugenio Sanmartín, intercambia con él una sonrisa cómplice cuando le promete regresar antes de las once, a tiempo para la cena. Eugenio —bajo, rechoncho, colorado y siempre sonriendo— lo despacha guiñando el ojo y alzando los pulgares.

Después de aparcar a un par de cuadras del hotel sale del auto, para estirar las piernas. Hace calor, pero desde el norte sopla una brisa tímida, fresca y olorosa a crustáceos machacados. Abotona la guayabera sin adornos hasta el cuello, mete las manos en las bolsas del pantalón —negro, bombacho y con bastillas— y comienza a caminar.

Minutos después ya ha dejado atrás las calles principales del Centro Histórico de Ciudad Península, hediondas a sudor, frituras y alcohol, atestadas de parranderos. Desciende sin prisa por la suave pendiente de la avenida que conduce, en dirección norte, al Muelle Viejo. Se aleja del neón multicolor, del tam-tam de los altoparlantes y las ofertas burlescas de un par de prostitutas cincuentonas que, resignadas a no pescar clientes, han tomado asiento en una banqueta. Sonríe con ellas y las saluda con la mano, sin dejar de caminar.

Su brújula es una línea de luces amarillas que, un par de kilómetros cuesta abajo, demarca los alrededores del Muelle, en el Barrio Obrero.

***

Se detiene justo donde la avenida se bifurca. Allí el asfalto cede el terreno al adoquín de las callejuelas, que parten desde ese punto a izquierda y derecha, paralelas a la costa, retorcidas y mugrosas. Huele a sal y cloaca, por partes iguales. El Characuaco piensa en intestinos repletos de porquería. Vira a la izquierda, no sin antes vacilar por un momento. Las farolas —que habían guiado su camino desde lejos— iluminan, desde el lado de la playa, las fachadas multicolores de los bares y prostíbulos frente al mar, que chapotea, manso y oscuro, a unos veinte pasos. El agua de lluvia, incapaz de drenar en los albañales atascados de basura, le empapa los zapatos, pero no modera el paso hasta no salir de la zona de tolerancia, que se extiende por unos quinientos metros de playa. El adoquín fracturado empieza a ralear y el antiguo empedrado colonial es visible en tramos de camino cada vez más amplios, hasta que, después de unos cinco minutos de caminata, todo lo que puede sentir bajo sus zapatos son pedruscos húmedos. Cuando el callejón empedrado degenera en vereda —polvorienta en verano, lodazal en invierno—, se para en seco. El último farol parpadea, lejano y amarillento, a sus espaldas. Allá quedó la ciudad: esplendor, calidez, estrépito, multitud: odiosa pero seductora, como una amante caníbal. Frente a él, la playa rocosa de arenas negras, silencio, paz y soledad. Se acerca a la línea de la marea y se sienta en la arena, como lo hacía con su Toñita, dos generaciones atrás, en ese mismo sitio, casi siempre a la misma hora. La nostalgia se lo está comiendo vivo.

“Sabía que era mejor quedarme en el hotel”.

Quiso dar un paseo de cinco minutos y había caminado durante cuarenta y cinco. La presentación de la nueva novela de Eugenio Sanmartín, en cambio, no habría podido engancharlo por tanto tiempo. El Characuaco se habría muerto de sueño en el Salón Imperial del hotel, porque de entre todos los allí presentes no hubiese tenido con quien platicar un rato. Pensó en ello y se imaginó a sí mismo soltando un bostezo enorme, de esos que contagian a medio mundo, con lágrimas en los ojos y sacudidas de cabeza.

El Characuaco está cansado. La espuma le salpica los zapatos mientras se cuestiona si se trata de fatiga del cuerpo o desgaste del alma. Concluye que hay algo de las dos cosas. Maneja el taxi y además trabaja a tiempo parcial para Eugenio Sanmartín, pero no se parece en nada al típico taxista peninsular. Hijo renegado de las aulas de la Universidad Peninsular, licenciado cum laude, enseñó Letras y Filología por tres décadas hasta que, en los días de la ocupación del campus, un piquete de soldados del gobierno recibió la orden de echarlo a patadas del Alma Mater, por revoltoso y socialista. No era ni una cosa ni la otra, pero el gesto de quemar su diploma frente a la Rectoría —protestando por los cateos— lo nimbó de un inmerecido prestigio ante estudiantes y docentes. Avinagrado para el resto de su vida, militó en grupos políticos clandestinos de poca monta durante los años ochenta, hasta que el Pacto Solidario para la Paz de mil novecientos noventa volvió obsoleta su postura antisistema. Se consoló entonces escribiendo crítica literaria para una revista cultural de medio pelo y redactando ensayos, todos ellos inéditos. Ya viejo, terminó adicto a los debates de cafetín. Pero no es un bohemio cualquiera. No socializa tanto como otros de su misma condición, siempre a la caza de amigos a quienes adular, que sirvan de mecenas para pagarles tabaco, tragos y algún revolcón de cuando en vez. Por el contrario, casi nadie quiere a personas que, como el Characuaco, se aficionan a cultivar el arte de hacerse odiosas. La gente huye de su cáustica sinceridad como si de la peste negra se tratase. Él no necesita que lo quieran.

Veterano de causas perdidas, se ha consagrado a ejecutar un plan que trama en privado desde hace algunas semanas. Sabe que para ello debe regresar al Gran Hotel Peninsular, al evento de Eugenio. Son viejos amigos, hay algún afecto entre ellos, pero no demasiado: se conocen tanto que para el Characuaco eso sería imposible. Si quiere conocer al doctor Daniel Moynihan Estévez debe volver, y cuanto antes mejor, porque llegará la hora de la cena y podría perderse la ocasión de tenerlo de frente, el primer gran objetivo de su plan. Duda porque está muy bien aquí y no se siente con fuerzas para regresar. El mar se bate en retirada, dejando miríadas de conchas y caracolillos abandonados sobre la arena. Si se va cree que también dejará aquí algo de sí mismo, algo que quizás no pueda recuperar. Pero está acostumbrado a la pérdida, y ese es un hábito difícil de dejar.