En El Salvador, nuestra democracia en construcción, con la torpeza de un bebé, da sus primeros pasos de la mano de hermanos mayores que nos asisten con mayor o menor simpatía en el aprendizaje. Sobrevivimos a muchas calamidades dependiendo, eso sí, de préstamos, asistencia técnica, ayuda humanitaria y donativos. No es de extrañar que muchas cosas no funcionen o que nuestras gestiones e iniciativas causen resultados paradójicos o inesperados, sorprendiendo nuestra capacidad de comprensión. Caos, podría decirse. Pero ese caos es tan solo apariencia. Los poderes del Estado, en pugna constante, las controversias en la elección de funcionarios, las negociaciones más o menos públicas en torno al tema de seguridad, las disidencias tan publicitadas de algunos legisladores son algunos ejemplos de situaciones caóticas que podrían responder a agendas secretas. Por eso me gusta pensar que la obra teatral, el “reality show” que los políticos exhiben a la opinión pública no es otra cosa que una elaborada coreografía de marionetas: ellos tiran de los hilos siguiendo libretos ocultos dignos del Teatro del Absurdo... Pero coherentes o no con el elemental sentido común, estos montajes nos demuestran que la Política es la Maestría del Caos. Mientras deliberamos, estupefactos, tratando de armar un rompecabezas creíble, la acción de verdad ocurre tras bambalinas, inaccesible a la crítica justa y saludable que cada ciudadano tiene derecho a ejercer.No es una situación privativa de nuestro país, ni siquiera del Tercer Mundo. Donde quiera se ejerciten los músculos de los políticos podemos esperar espectáculos más o menos increíbles, caóticos, de modo que la antes citada comprensión del mundo, necesaria para una vida llena de sentido y propósito, está basada, según el criterio de muchos ciudadanos, en especial de los jóvenes, en una mezcla de nihilismo, incredulidad y desconfianza. La falta de transparencia deja demasiado a la imaginación del pueblo o, por el contrario, le priva de la materia prima con que se construye una cultura ciudadana: el acceso a la verdad... Aunque no convenga, aunque duela, aunque nos dé vergüenza.Con muchas asignaturas reprobadas pero con fe en una superación en todos los órdenes, también se debe reconocer en los políticos un potencial creativo para que las cosas funcionen. Así, la Política no sería tan solo la Maestría del Caos, sino el Arte de lo Posible. Y en un buen sentido, apelando al amor patriótico, haciendo un llamado a la honestidad y bondad, las cosas pueden mejorar en este país. El Salvador urge de gente resuelta, capaz de llamar las cosas por su nombre y ventilar con transparencia los puntos más urgentes de la agenda de país. No es correcto subestimar la capacidad de análisis y comprensión del pueblo: aunque el pan y circo de los antiguos estadistas aún tiene impacto para comprar el favor de las masas, estas ya no están engañadas y, conscientes de que por años se les ha estado comprando con baratijas, cada vez cotizan sus votos a un precio más y más elevado.
De la Maestría del Caos al Arte de lo Posible. Es un cambio de postura existencial que urge para un El Salvador pujante y saludable, del que todos podamos estar orgullosos.