jueves, 13 de junio de 2013


Amigos, ojalá disfruten la lectura de este editorial.

Hugo V.



                       Tenemos un gran problema




13 de Junio de 2013
Hugo Villarroel Ábrego
En un memorable episodio de la serie de televisión “Los Tres Chiflados”, Larry le dice a Moe: “Tenemos un gran problema”. Moe comenta: “Se requerirá de mucha inteligencia para salir de esto”. “Por eso digo –replica Larry– que tenemos un gran problema.”



En El Salvador vivimos en crisis crónica, a ratos con momentos álgidos que hacen noticia. Sin problemas que resolver no habría oportunidades para mejorar y conviene una ocasional actitud revisionista para detectar fallos, corregir el rumbo y apuntar a sueños novedosos para un pueblo que parece naturalmente acondicionado al sufrimiento.

Vulnerables por geografía, hambrientos de justicia, endeudados, sitiados por delincuentes y cargados de tributos, cada uno de nosotros tiene una visión particular de cómo afrontar estas catástrofes cotidianas. Por eso, a través del ejercicio de una democracia representativa, se espera que nuestras peticiones, ideas y sugerencias libremente expresadas (¿es mucho pedir?) puedan llegar a oídos de quienes en su momento tomen las riendas del gobierno y afronten con coraje los retos que hoy nos parecen insuperables.Se requiere de intenso trabajo intelectual para encontrar caminos transitables y no atajos, soluciones correctas a mediano plazo y no triquiñuelas logísticas para capear el temporal. Pero sobre todo estamos urgidos de tolerancia y compasión, de la otra inteligencia, de inteligencia emocional. Ser compasivo obliga a compartir la pasión del que sufre y ser tolerante garantiza un espacio para todas las voces, aun las disonantes, aun aquellas que están reñidas con nuestras creencias.Debemos admitir que nos falta mucho para presumir de estas virtudes que demandan mucha faena espiritual, pero cada vez hay más síntomas de que esta generación de salvadoreños (que aún no estrena documento único de identidad o que votará en elecciones por primera vez el próximo año) será el agente de cambio que tanto urge a esta sociedad convulsa y adicta a las emociones fuertes.
No todos nuestros jóvenes nos darán satisfacciones, pero muchos de ellos ya piensan, sienten y actúan distinto a sus ancestros: ven al mundo como patria única, se globalizaron de golpe y empequeñecieron el planeta con sus plataformas informáticas; se sienten como en casa en cualquier lugar y están listos para luchar por sus libertades a pesar de que no vivieron en guerra, como tantos de nosotros.No bastan los discursos rimbombantes que, al escucharse con los ojos cerrados, nos hacen pensar que vivimos en Shangri-La o algún otro remoto y maravilloso sitio. Tampoco bastan los vociferantes llamados a tomar las banderas y recuperar identidades supuestamente perdidas: hay momentos pertinentes para ciertas posturas ideológicas y si no se ajustan las ideas a la evolución histórica quedamos desfasados y anacrónicos, fósiles que solo merecen la atención de los arqueólogos de la política. Tampoco necesitamos cancioncillas estúpidas concebidas para infiltrar eslóganes baratos en nuestras mentes: demasiado alienados estamos ya con la avalancha informática que la vida moderna nos impone.

¿Qué necesitamos? ¿Por qué nuestra joven y consumista democracia no despega? No culpemos solo a funcionarios y políticos porque también son pueblo y nosotros mismos los entronizamos en el poder. Es obligación de todos apostar al talento innato, comprometernos a servir a los demás con humilde y honesto desapego, cada quien según su condición. Pero a los funcionarios pido respetar la inteligencia del pueblo y, aceptando la dura realidad, presentar agendas creíbles de trabajo sin paraísos de oropel a la vuelta de la esquina, porque el trabajo es mucho y los obreros son escasos.A diferencia de Los Tres Chiflados, los salvadoreños sí tenemos astucia necesaria para salir del atolladero... pero astucia sin decencia, sin respeto, sin compasión, sin tolerancia, esa es la raíz de todas las desgracias del género humano.

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