martes, 24 de agosto de 2021

 

El proyecto C.R.A.S.H. es una invitación abierta al mundo para compadecer, respetar, amar y servir humildemente... En esta entrada hablaremos de la tercera letra del acrónico: Del Amor.



AMOR.

 El Amor es difícil de reducir a un concepto o definición. En todo caso es una emoción que trasciende a sentimiento, una vivencia que se incrusta en el alma, que redefine a todo aquel que pueda experimentarla: remodela, transforma, purifica y santifica. Como abarca a toda la actividad mental y espiritual, como repercute intensamente en el cuerpo físico, es una experiencia vigorizante y total. Los fisiólogos la atribuyen a descargas de sustancias neurotransmisoras en nuestro cerebro: dopamina, endorfinas… ese reduccionismo naturalista podrá satisfacer a cínicos y psicópatas, pero todo aquel que ama y cultiva el Amor sonríe, compasivo, abre sus brazos e invita a compartir, no a teorizar o interpretar. No es solo entrega y alegría, puede llevar a la separación y al dolor; el que ama se siente vulnerable pero no le importa: se goza el Amor sin cálculos, sin esperar retribución, entregándolo todo sin medida, pero con pleno respeto de las necesidades, sentimientos y valores del ser amado, asumiendo los riesgos de la incomprensión, el rechazo, quizás de la indiferencia. Saulo de Tarso, convertido en San Pablo en virtud del amor, escribió un himno, que, a la fecha, es quizás la más perfecta e inspirada composición sobre algo tan intangible y a la vez tan real:

1 Corintios 13:

“Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como campana que suena o címbalo que retiñe. Y aunque tuviera el don de hablar en nombre de Dios y conociera todos los misterios y toda la ciencia; y aunque mi fe fuese tan grande como para trasladar montañas, si no tengo amor, nada soy. Y aunque repartiera todos mis bienes a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es paciente y bondadoso; no tiene envidia, ni orgullo ni jactancia. No es grosero, ni egoísta; no se irrita ni lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que encuentra su alegría en la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo aguanta. El amor no pasa nunca. Desaparecerá el don de hablar en nombre de Dios, cesará el don de expresarse en un lenguaje misterioso, y desaparecerá también el don del conocimiento profundo. Porque ahora nuestro saber es imperfecto, como es imperfecta nuestra capacidad de hablar en nombre de Dios; pero cuando venga lo perfecto desaparecerá lo imperfecto. Cuando yo era niño, hablaba como niño, razonaba como niño; al hacerme hombre, he dejado las cosas de niño. Ahora vemos por medio de un espejo y oscuramente; entonces veremos cara a cara. Ahora conozco imperfectamente, entonces conoceré como Dios mismo me conoce. Ahora subsisten estas tres cosas: la fe, la esperanza, el amor, pero la más excelente de todas es el amor”.

Hay pasiones que simulan ser Amor… La pasión puede avasallar y tomar la conciencia como rehén… Pero si hay que mentir, o si la dignidad se ve menoscabada por una emoción, eso no puede ser Amor. El Amor en su forma pura se exhibe libre, a la luz, enaltece y no denigra; la entereza del que ama, su devoción al servicio de la verdad, la paz que inunda su existencia… Todo ello, entereza, devoción, sinceridad, paz interior, todos son dones de Dios, un regalo perfecto, encarnado en su Hijo, el Cristo, y en el Espíritu Santo, la Divina Persona, el Amor en estado puro.

El Amor trasciende las fronteras de los estados del Yo, rebalsa al niño interior, impregna todos los actos conscientes de la vida adulta y se sublima en instintos de protección, altruismo y auténtico sacrificio, como los de un padre protector y nutricio. Solo quien ama lo entiende porque no hay manera de someter a escrutinio algo tan etéreo y del mismo modo palpable: se materializa en la madre que acuna a su hijo, en la piel ardiente de los amantes consagrados ante el Señor como una sola carne, en los niños que ríen juntos al jugar, en el médico que se entrega, en el confesor que absuelve, en el maestro abnegado e incansable, en la religiosa que entrega su vida entera al servicio… Se siente, se vive, pero no puede disecarse ni estudiar al microscopio; se llega al martirio por amor, ante las sonrisas irónicas de los incrédulos, de frente a una Cruz Gloriosa en que los despojos del Cordero son el rescate por los vicios y pecados de una Humanidad que dice amar pero que solo se entrega a las oscuras maniobras de buscar placer a cualquier precio, en todo momento, sin compromiso, pero también sin esperanza, sin consuelo, sin Fe… vacíos como un cascarón estéril, irrelevantes como un suspiro en medio de la tempestad de su furioso egoísmo.

Amemos pues, con gozo, sin medida, pero con prudencia, respetando al ser amado, dispuestos a servir con humildad, pues no es otra la intención de quien ama: Deja de ser él mismo y se ofrece, superando al miedo, como herramienta de Dios en su proyecto de Salvación. No hablemos más de amor, vivámoslo como Pablo podría invitar a proceder: como la cosa más excelente que podamos llegar a experimentar en nuestras existencias.


Hasta pronto, amigos amados...



viernes, 13 de agosto de 2021

 

Aquí posteo para ustedes la letra “R”del proyecto C.R.A.S.H… Me refiero a RESPETO. En los próximos posts hablaremos de Amor, Servicio y Humildad.


RESPETO.

El respeto es un valor que se define, según la Real Academia de la Lengua Española, como “veneración, acatamiento que se hace a alguien, miramiento, consideración, deferencia”. En su forma plena, el respeto se demuestra con el ejercicio de la tolerancia, a su vez definida como “un valor moral que implica el respeto íntegro hacia el otro, hacia sus ideas, prácticas o creencias, independientemente de que choquen o sean diferentes de las nuestras”. Siendo cada uno de nosotros un ente altamente complejo, con pensamientos, emociones y actitudes irrepetibles, resulta improbable encontrar una coincidencia absoluta en cuanto a pareceres, visión de mundo y jerarquías de valores. Nos hermanan el código genético y la condición de hermanos en el mundo espiritual, todos hijos de un mismo Padre. Ahí terminan las semejanzas y comienza el abismo de las diferencias… por ello resulta prioritario, más aún, urgente, el aprender a convivir, gustosos y con buen espíritu, cada uno entre millones de extraños entre los que se contarán nuestros futuros amigos o enemigos, la pareja de una vida o aquel amor que nunca se podrá concretar.

En todo caso, hay límites que no deben cruzarse, fronteras sagradas que hasta Nuestro Señor no quiso traspasar: el libre albedrío de cada uno dicta las directrices de la vida personal, aún errando, tropezando, trastornando el equilibrio natural, causando, incluso, daño al prójimo o a uno mismo. Esta libertad muchos la ejercen sin respeto, aunque demandan se les respete la suya propia, a menudo sin conciencia de esa falta de simetría… Precisamente se ha dicho (Benito Juárez) que “el respeto al derecho ajeno es la paz”, por lo que cualquier intento de pacificar a la sociedad comienza por estar en paz consigo mismo, en no irrespetar el propio cuerpo ni violentar al propio espíritu; escrutar el mundo interior con intenso examen de conciencia para luego, con toda la humildad de que podamos hacer acopio, armarse de compasión, seguir el ejemplo de Jesús y laborar por la paz con el prójimo y el resto de la humanidad, así como con nuestro mundo y todas sus criaturas. De ahí la relevancia del respeto, como valor, como generador de paz, en libertad.


¿Significa esto que deberemos, con cobardía y pasividad, claudicar ante los atropellos ajenos, ante las faltas de respeto? Poner la otra mejilla no es cobardía, es el manifiesto de una intención de no dañar, una propuesta de tregua… El diálogo, la delimitación de las líneas que no deben ser cruzadas, buscar el concurso de la ley y apoyarse en la fortaleza que viene de la Fe pueden ser los signos de un ser que vive signado por la devoción al respeto, consagrado a hacer de su entorno un lugar mejor y más apacible y, muy importante, alguien dispuesto a comprender y perdonar... Sí, el respeto lleva también al Perdón, porque estamos dolorosamente conscientes de que todos y cada uno de nosotros podemos fallar, lastimar… Y que también podríamos ser merecedores de ser perdonados, en virtud de ese mismo respeto que todos necesitamos, a menudo desesperadamente, como seres humanos.


Vivamos, pues, humildemente pero con intensidad, amando sin límite, pero respetando, poniendo a este valor como elemento fundamental que dirija y condicione toda interacción con la Naturaleza, con sus criaturas, con el prójimo y, en especial… Con uno mismo. En todo caso, tenemos la Misericordia de Dios, que nos alienta a perdonar las faltas de respeto, para poder sanar las almas, para aspirar a ese Paraíso que se nos ha prometido pero que debemos construir también, cada día, en nuestra Tierra.


Hasta pronto, amigos.

martes, 10 de agosto de 2021

 

EDITORIAL: EXPECTATIVAS Y ESPERANZAS EN TIEMPO DE COVID-19. 

Cerca del fin del año 2 de pandemia, la emergencia de variantes agresivas y altamente infecciosas del SARS-CoV-2 sigue fomentando altas tasas de contagios, en especial en población juvenil aún no inmunizada. La desesperante lentitud de las campañas de vacunación -a ratos pareciese que se requiere de sobornos para motivar a los renuentes- no ha permitido que la ansiada inmunidad de rebaño sea posible, excepto en ciertas locaciones específicas de alto rendimiento, como Israel, Emiratos Árabes Unidos, Chile y Uruguay. Aún a pesar de que estos países han superado hace algunas semanas las tasas de 70% de cobertura en adultos, las variantes como delta y lambda han causado repuntes alarmantes, que, en apariencia y al menos para estos países, están comenzando a ceder. En el presente boletín daremos preferencia a noticias cortas de interés, debidamente documentadas, en la mejor tradición del periodismo médico. Damos, además, acceso a las fuentes originales, para quienes deseen profundizar y navegar en otras dimensiones anexas a la noticia principal.

La ruta es larga, pero no hay motivos para desmayar. Estamos a las puertas de tomar decisiones que otros, con mucho valor, ya están afrontando: aplicar las primeras dosis de refuerzo. Esto, claro, dependerá, con mucho, de las vacunas empleadas en principio, en especial vacunas como CoronaVac y, con casi total seguridad, de AstraZeneca. Estos refuerzos resultan controversiales cuando ni siquiera se ha alcanzado una cobertura mínima deseable en muchas locaciones, pero deberían ser prioritarios, en opinión de este editor, en sujetos de muy alto riesgo que tienen inmunizaciones de inferior eficacia en cuanto al mantenimiento de niveles de anticuerpos protectores. La emergencia de nuevas vacunas y de vías novedosas de administración aumenta la esperanza en un mundo libre de pandemia. Todo está, para bien o para mal, en nuestras manos.

lunes, 19 de julio de 2021

 

Proyecto C.R.A.S.H.

Comenzamos con la letra "C", de "compasión".


Empatía, Simpatía... y COMPASIÓN.


La compasión se define, según la Real Academia de la Lengua Española, como un “sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien”. Consiste en compartir las pasiones de los demás, en hacer propio el dolor ajeno. Como explicaré, va mucho más allá de la simpatía o la empatía y, aunque suele confundirse con lástima, la postura existencial de las personas involucradas en una relación compasiva es simétrica: Ni el que socorre se enaltece ni el socorrido se degrada; no hay actitudes paternalistas o de superioridad. La compasión es una forma de comunión, la base del amor fraterno, el amor de cada persona al resto de la Humanidad. Cuando la compasión llama a la acción se habla de misericordia: el corazón (cordis) se inclina, solícito, al cuidado de aquel que está en desgracia o necesidad (misere); se busca ser benevolente, solidario, llevar consuelo y servir sin cálculo ni esperando retribución.

Cuando alguien sufre, sin importar la causa, lo puede expresar con aislamiento, arrebatos de rabia o tristeza, pero el dolor emocional puede llevar a algunos a la agonía y, a otros, a veces y de modo paradójico, a la parálisis y anestesia emocionales. La desventura tiene también repercusiones en la esfera intelectual: pérdida de la serenidad, ansiedad, desconfianza, estados de confusión y dificultades para la concentración y el pensamiento creativo… Puede hasta perderse la Fe misma. Para el alma sensible, ser testigo de estas emociones no puede resultar indiferente. El Yo Padre, paternalista y protector, se aproxima, solícito, a brindar soporte y refugio; el Yo Adulto emprende de inmediato un análisis integral y objetivo de la crisis para encontrar soluciones… El Yo Niño abraza y llora con quien sufre, se siente desgarrado y se entrega, llena de amor, para consolar. Es sabido que ante emociones fingidas o parásitas los sentimientos no son contagiosos ni se siente el alma invitada a la compasión: el desdén ante el fraude emocional nos impide la conexión esencial para esta experiencia porque solo lo auténtico llega al corazón. Hay personas que parecen genéticamente incapacitadas para la empatía o la compasión: la ciencia médica los llama “psicópatas”… Pero este no es el tema de la presente reflexión, sin dejar de aclarar que si alguien es merecedor de toda la compasión del mundo es precisamente este ser incapaz de sentir, de vibrar en armonía y sincronía con las emociones de sus hermanos de especie.

Veo en la compasión la base de toda forma de vida que contemple paz, serenidad y gozo sobre la Tierra. Sin compasión no puede haber acción solidaria, mucho menos auténtica caridad. No la confundamos con la filantropía y la beneficencia que derraman riquezas a través de donativos… Aplaudimos estas iniciativas pero, sin compartir el afecto y el dolor, sin sufrir con los que sufren, no hay verdadera compasión. Este sentimiento es crucial porque causa calma y bienestar en los demás, pero también lo hace en el sujeto compasivo: actor y receptor del sentimiento y de las transacciones implicadas se benefician por igual. Quien compadece se emociona, pero también, como un primer paso, analiza, comprende y extrae conclusiones (el proceso de desarrollar “empatía”) que refuerzan la necesidad de dar curso natural al primer atisbo de emoción, la que solemos llamar “simpatía”. Luego, con la emoción del prójimo también vivida en carne propia, se generan conductas o intervenciones protectoras y genuinamente salvadoras: no se trata de recitar palabras de uso corriente, ni de frases hechas para la ocasión, lo que se suele hacer para conveniencia social a modo de ritual, en momentos infaustos. Quien compadece sufre, pero a la vez siente gozo; descuida sus quehaceres y negocios pero, lejos de perder, se enriquece; la compasión da analgesia y descanso al doliente, pero salva al compasivo de su propia pena, lo enaltece y le acerca a lo celestial, a lo divino, a ser imitación de Cristo en la Tierra.

Muchos se sienten más cómodos en las descritas esferas de la simpatía o la empatía, las hermanas menores de la compasión. La empatía es, como vimos, una respuesta de la mente y del intelecto, sin componente emocional; la simpatía ya muestra cierta participación emocional… pero no hay aún compromiso de acción para paliar la desventura del prójimo atribulado. La compasión va al extremo: procede de lo más profundo del alma y compromete a todo el ser que, convocando armónicamente a cada uno de sus estados del Yo, procede amorosamente en consonancia con la pena ajena, llevando alivio pero, no menos importante, sembrando también esperanza y conformidad. Ante lo inevitable, ante lo que no podemos cambiar, siempre nos queda reservada la capacidad de afrontar las pérdidas, liberarse de angustia cediendo la carga en el yugo de Cristo, depositario de la entera tribulación de todo el Universo… Este proceso de abandono a menudo requiere, para bien del atribulado, de la participación de un entorno de personas compasivas, alentadoras y deseosas de nutrir y servir de modo constante y fiel.

Sea pues, para todos, hecha la invitación de compadecerse plena y profundamente del prójimo, pero, por qué no, también de nuestras propias tristezas y debilidades, que merecen tanta atención como las ajenas… Conocerse uno mismo a profundidad y dolerse de las vivencias traumáticas del pasado no debe constituirse en un ejercicio morboso de victimización y avivamiento de rencores, todo lo contrario:  es una gimnasia espiritual que fortalece una convicción central, el que como hermanos en Cristo (y aún como hermanos de aquellos que no son creyentes) todos somos dignos de compasión, misericordia y perdón. Así, la compasión desemboca en la humildad porque nos entrena en el desapego: “si te piden la túnica, entrega también el manto”.

La compasión se extiende, sin poder ni deber evitarse, no solo hacia las víctimas… Deberíamos ser capaces de compadecer también, cuando corresponda, a victimarios y verdugos. Algunas personas se han vuelto duchas en el arte de martirizar y torturar, explotar y denigrar. Ante tanta miseria espiritual ¿deberemos esgrimir nuestra furia y odio? “Mía es la venganza” ha dicho el Señor. Para nosotros, imperfectos para juzgar, toda retribución terrenal se basa en la Justicia. Se dirá, con razón, que la Justicia del hombre es parcial, mezquina y utilitaria, que los ocultos mecanismos de la corrupción pervierten a un sistema que beneficia a los poderosos y se ensaña con los débiles y marginados… Pero sin importar las falencias y aciertos de las Leyes, estamos llamados a compadecer tanto a héroes como a villanos. La mayor muestra de compasión de una víctima ante su verdugo se refleja en la frase del Cordero Degollado: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”… Para nosotros, tan inferiores al Salvador, queda el poder de la oración sincera, pidiendo por la conversión y la salvación de los enemigos del Bien, de la Verdad y la Justicia.

No puede haber salvación sin compasión. No se puede hablar de amor sin compartir pasiones, sin auténtica intimidad; el que sirve y atiende sin sentir compasión es un asalariado que buscará siempre pastos más verdes ofreciéndose al mejor postor… ¿Cómo ser humildes sin la compasión? La pretensión de fundar un paraíso en la Tierra se basa en la compasión. Les invito, con amor de hermano, a plegarnos todos a esta gracia de ser compasivos, para la construcción de este Edén del que nosotros mismos nos hemos arrojado, por culpa de nuestra soberbia e indiferencia. Amén.

sábado, 17 de julio de 2021

LA SOCIEDAD DIVERTIDA 

LA MODA COMO EJE DE LA CONDUCTA


Presento a ustedes un material redactado hace algunos años por mi gran amigo, el Dr. José Ricardo Suárez Arana, eminente cardiólogo y humanista salvadoreño.

 

En los ambientes light hay una expresión que se repite como si fuera una máxima: “Fulanito es muy divertido”, con lo que se da a entender que uno de los atractivos de esa persona es su capacidad de asombrar a los demás y hacer que la pasen bien. La gente, las reuniones, las cenas o los libros son calificados como “divertidos”,  como si esto fuera lo mejor que se puede decir de ellos. También las modas en el lenguaje coloquial traducen lo que está sucediendo, porque constituyen el eje alrededor del cual gira la sociedad posmoderna.

 

No importa que los códigos que hoy rigen tengan consistencia o sean banales; da igual. Lo decisivo es que un comportamiento determinado se lleve… el hombre light es un producto que abunda especialmente en los niveles socioeconómicos altos de Occidente. También puede aflorar en los estratos medio y medio-bajos, como influjo resonante de las capas superiores. En tal sentido, las revistas del corazón (revistas españolas de “chambres” sociales) hacen de correa de transmisión: se imita la forma de vestir de los personajes que en ellas aparecen, sus expresiones y, lo que es más grave, su tipo de vida, tantas veces vacío y roto, deshilachado (su vida disipada, en resumen).

 

Al tener el hombre de la sociedad de bienestar todas las apetencias materiales cubiertas, además de una serie de libertades claramente dibujadas, puede suceder que si no abre otras vías más ricas en el campo cultural o espiritual se deslizará por una rampa que termina en la frivolidad. En el hombre esencialmente frívolo no hay debate ideológico ni inquietudes culturales. ¿Cuales son sus principales motivaciones?  Todas aquellas correspondientes al hedonismo materialista permisivo, característico de lo que Gilles Lipovetski denomina en su libro El Imperio de lo efímero  “el siglo de la seducción y lo efímero”. Una sociedad dominada por la frivolidad, centrada en el consumo, aturdida por la publicidad, infantilizada e influenciada por los “personajillos” que están en el candelero no es capaz de establecer sistemas, teorías o esquemas posibles para la vida pública.

 

En el hombre “light” hay una ausencia casi absoluta de cultura. Dentro del terreno intelectual, solo busca aquello que tiene relación con su vida profesional. Su nivel de lectura (ensayos o novelas actuales) es prácticamente mínimo, y no digamos si se trata de obras clásicas. Aquello que no es trabajo profesional resulta leve, ligero, evanescente. La regla de oro es la superficialidad, de tal forma que en una cena, por ejemplo, si aparece un tema serio, es muy frecuente que en seguida alguien lo trivialice poniendo un disolvente irónico que despista a los contertulios y los lleva nuevamente a ese no hablar de nada. De hecho, se repiten continuamente las mismas frases, comentarios o tópicos del lenguaje (se recomienda leer Yuppies, jet set, la movida y otras especies, Ed. Temas de Hoy, Madrid, 1988, su autora, Carmen de Posadas).

 

LA ENFERMEDAD DE LA ABUNDANCIA

Pero, ¿de que se habla cuando digo que no se habla de nada? Pues de la vida ajena, de las rupturas de parejas famosas, de algún negocio importante que haya dado a cualquiera de los asistentes una buena cantidad de dinero…En conclusión, pobreza total de contenidos. El problema fundamental es que el hombre “light” no tiene fondo y por eso es muy difícil que sea capaz de mantener una conversación de cierta altura. Temas relacionados con la literatura o la cultura son muy raros, pero si por alguna razón persisten, es frecuente observar que el hombre “light” toma sorprendentemente parte activa en ese diálogo. La interpretación de este hecho yo la formularía así: si tengo bastante poder, en mi negocio gano mucho dinero y he triunfado de algún modo, ¿cómo no voy a saber yo opinar de esto, de aquello o de lo de más allá? Ser rico o ganar mucho dinero son las mejores cartas de presentación en un ambiente “light”. Aunque se niegue, este es el hilo conductor que hilvana todas las relaciones. En más de una ocasión he oído comentar como el máximo elogio hacia alguien, “que tiene cinco guardaespaldas”.

 

Los temas de los que habla el hombre “light podrían quedar enumerados así: la vida ajena, los viajes y las anécdotas de los mismos, la cena de esta o aquella persona (en la que lo importante era sobre todo estar) o la última separación conyugal (sobre la que cada uno manifiesta sus preferencias y críticas). Cuando se aborda el drama epidémico de estas rupturas, es posible que la conversación adopte un tono más interesante, pues el asunto es verdaderamente serio. En este caso uno puede encontrarse con la agradable sorpresa de lograr una auténtica tertulia, con todos sus ingredientes: diálogo abierto, provechosos, con réplicas atinadas y participación activa. No obstante, si el espíritu light es excesivo, todo se mueve por la pendiente de los tópicos, el hedonismo y la permisividad.

 

El marido de una paciente me decía en la consulta: “Doctor, usted irá a cenas interesantísimas en las que se hablará de todo y saldrá enriquecido”. “No”, le respondí. Muchas veces me he acordado de esta observación, especialmente cuando el grado de frivolidad alcanza sus cotas máximas.

 

En este final de siglo (este libro se escribió en 1992),  la enfermedad de Occidente es la de la abundancia: tener todo lo material y haber reducido al mínimo lo espiritual. No importan ya los héroes, los personajes que se proponen como modelo carecen de ideales: son vidas conocidas por su nivel económico y social, pero rotas, sin atractivo, incapaces de echar a volar y superarse a si mismas. Gente repleta de todo, llena de cosas, pero sin brújula, que recorren su existencia consumiendo, entretenidos en cualquier asuntillo y pasándola bien, sin más pretensiones.

 

Tomado del libro “El hombre light, una vida sin valores” del eminente siquiatra y humanista español Dr. Enrique Rojas.  Su análisis es el de España, un país del primer mundo, con muchas virtudes en el campo de la cultura, pero experimentando un cambio preocupante en la juventud; cambios en la visión de la vida de los jóvenes, que ponderan la conducta sin valores de la nueva sociedad y menosprecia sus grandes figuras como Cervantes, Machado, Ramón y Cajal, Fuster, Severo Ochoa y otros grandes personajes de la intelectualidad hispana. Mucho mas preocupante aún, es la situación en nuestro tercero (¿o cuarto?) mundo, en el que un buen porcentaje de nuestra población vive en la miseria y queriendo ostentar “formas de vida” que se están presentando en las sociedades de la abundancia (primer mundo), sin haber alcanzado ni siquiera un mínimo de desarrollo económico, social y cultural. Estas son paradojas que ya las podemos observar en nuestro país.


Ricardo Suárez Arana. 

martes, 8 de junio de 2021

 

CANTANDO EN TIERRA EXTRAÑA: 

Dedicado a mi patria, El Salvador.

 

Me duele esta tierra

Desalmada

Cautiva y pendenciera

duelen sus aristas afiladas

Su sabor a tierra

Su olor a sangre

Sangre de mil venas cercenadas.

 

Esta pena no sabe de palabras

Deja surcos de pólvora y sal

en las mejillas agrietadas…

Te canto en tierra extraña

Soñándome profeta

El silencio y el olvido

Mis únicos testigos…

martes, 11 de mayo de 2021

 Un poema.


Tengo un proyecto poético al que dedico menos del tiempo merecido... pero es una compilación poética: "Boleros Chinos". Como una muestra de este trabajo les transcribo un breve poema:


VII

Muéstrame tus manos

Sí, déjame palpar tu piel, tus dedos

Quiero entender tus cicatrices

Comerme tus dolores

Hacerlos míos.

Entrégame esos recuerdos que te desvelan

Los convertiré en sonrisas

Haré fiesta con tus cabellos, con tu carne temblorosa

Te inventaré de nuevo

Espantaré brujas y demonios

Pelearé tus batallas mientras descansas a la sombra de este amor

Este amor que me define y me mata despacio y con placer

Este amor de llamaradas y cenizas

De vendaval y tormenta

De caricias en penumbra, de besos imposibles…

 

 Aférrate fuerte, amor

Amárrate a este corazón

Sé que duele, lo sé

Pero aquí estoy yo, hecho de luz, llama eterna

Para calentar tus huesos, iluminar tu universo

Y no te pido nada

Porque me lo has dado todo

Navego a ciegas sobre ti, dentro de ti, desnudo

Ajeno a este mundo ajeno e inútil

Eres mi nueva geografía

Me llevas a parajes sin nombre aún

Y me conduces a esta tierra vacía y perfecta

 Que comienza justo en la frontera de tu piel

Y se acaba justo ahí, donde tu aliento se evapora.

Quédate

Y sanemos juntos

Para un día también juntos morir

Pero sin miedo, de cara al sol

Con una sonrisa.


Gracias, amigos, por su atención a esta publicación. 
Hasta pronto