A UN AÑO DE PANDEMIA EN EL SALVADOR.
Los
contrastes nos intrigan. Las segundas y terceras oleadas de infecciones de COVID-19 arrasan continentes,
el oxígeno escasea, encontrar cama en Cuidados Intensivos es quimera en muchas
de las grandes ciudades… Un tercio de millón de personas se enferma cada día en
la India, pero Israel deslumbra al mundo… Chile vacuna masivamente pero está al
borde de un colapso, Uruguay presumía de su manejo de pandemia y al momento se
enfrenta a una crisis de difícil control… El Salvador parecía tener la receta
para el desastre perfecto y, aunque se vivieron momentos de gran drama y la
labor de los médicos de primera línea les ha empujado hasta el límite de su
resistencia física y moral a mediados del año pasado, el país funciona, después
de una cuarentena inédita, con restricciones a medias, hacinamientos de
vértigo… pero sin saturación de hospitales, a pesar de que nuestro programa de
vacunación no ha dado segundas dosis ni siquiera a un 2% de la población. Todos
hemos perdido a alguien y nos hacemos legítimas preguntas: ¿Habremos alcanzado
una infame inmunidad natural de rebaño? ¿Habrá variantes del virus circulando
de modo salvaje en el país? Somos un país de gente joven, probablemente más
resistente a las complicaciones de COVID-19… pero todos hemos visto a
veinteañeros en ventilación mecánica, trágico recordatorio de la impredecible
historia natural de esta enfermedad. Atención: este día hemos recibido algunos
reportes anecdóticos de un incremento de hospitalizaciones… ¿Nuestra fuente? La
mantendremos en reserva.
El mayor deseo de este autor es, sin embargo, que un día no sea necesario hablar más de COVID-19, excepto como curiosidad histórica. Más allá de la crisis sanitaria habrá, de todos modos, que sobrellevar las graves repercusiones de la pandemia sobre sociedad y macroeconomía, pero también sobre la posición existencial, el estilo de vida y las esperanzas de cada ser humano. Somos resilientes pero nadie saldrá ileso de esta epopeya… En recompensa, podremos aprender de lo vivido, para recrearnos como seres más pacientes, tolerantes, compasivos y empáticos. Vale la pena intentarlo… porque confesamos haber sobrevivido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario