LA SOCIEDAD DIVERTIDA
LA MODA COMO EJE DE LA CONDUCTA
Presento a ustedes un material redactado hace algunos años por mi gran amigo, el Dr. José Ricardo Suárez Arana, eminente cardiólogo y humanista salvadoreño.
En los ambientes light
hay una expresión que se repite como si fuera una máxima: “Fulanito es muy
divertido”, con lo que se da a entender que uno de los atractivos de esa
persona es su capacidad de asombrar a los demás y hacer que la pasen bien. La
gente, las reuniones, las cenas o los libros son calificados como “divertidos”, como si
esto fuera lo mejor que se puede decir de ellos. También las modas en el
lenguaje coloquial traducen lo que está sucediendo, porque constituyen el eje alrededor del cual gira la sociedad
posmoderna.
No importa que los códigos que hoy rigen tengan consistencia o sean
banales; da igual. Lo decisivo es que un comportamiento determinado se lleve… el hombre light es un producto que
abunda especialmente en los niveles socioeconómicos altos de Occidente. También
puede aflorar en los estratos medio y medio-bajos, como influjo resonante de
las capas superiores. En tal sentido, las revistas del corazón (revistas
españolas de “chambres” sociales) hacen de correa de transmisión: se imita la
forma de vestir de los personajes que en ellas aparecen, sus expresiones y, lo
que es más grave, su tipo de vida, tantas veces vacío y roto, deshilachado (su
vida disipada, en resumen).
Al tener el hombre de la sociedad de bienestar todas las apetencias
materiales cubiertas, además de una serie de libertades claramente dibujadas,
puede suceder que si no abre otras vías más ricas en el campo cultural o
espiritual se deslizará por una rampa que termina en la frivolidad. En el hombre esencialmente frívolo no
hay debate ideológico ni inquietudes culturales. ¿Cuales son sus
principales motivaciones? Todas aquellas
correspondientes al hedonismo
materialista permisivo, característico de lo que Gilles Lipovetski denomina
en su libro El Imperio de lo efímero “el siglo de la seducción y lo efímero”. Una
sociedad dominada por la frivolidad, centrada
en el consumo, aturdida por la publicidad, infantilizada e influenciada por
los “personajillos” que están en el candelero no es capaz de establecer
sistemas, teorías o esquemas posibles para la vida pública.
En el hombre “light” hay una ausencia casi absoluta
de cultura. Dentro del terreno intelectual, solo
busca aquello que tiene relación con su vida profesional. Su nivel de lectura
(ensayos o novelas actuales) es prácticamente mínimo, y no digamos si se trata
de obras clásicas. Aquello que no es
trabajo profesional resulta leve, ligero, evanescente. La regla de oro es la
superficialidad, de tal forma que en una cena, por ejemplo, si aparece
un tema serio, es muy frecuente que en seguida alguien lo trivialice poniendo un
disolvente irónico que despista a los contertulios y los lleva nuevamente a ese
no hablar de nada. De hecho, se
repiten continuamente las mismas frases, comentarios o tópicos del lenguaje (se
recomienda leer Yuppies, jet set, la
movida y otras especies, Ed. Temas de Hoy, Madrid, 1988, su autora, Carmen
de Posadas).
LA ENFERMEDAD DE LA ABUNDANCIA
Pero, ¿de que se habla cuando digo que no se habla de nada? Pues de la
vida ajena, de las rupturas de parejas famosas, de algún negocio importante que
haya dado a cualquiera de los asistentes una buena cantidad de dinero…En
conclusión, pobreza total de contenidos. El problema fundamental es que el hombre “light” no tiene fondo y
por eso es muy difícil que sea capaz de mantener una conversación de cierta
altura. Temas relacionados con la literatura o la cultura son muy raros, pero
si por alguna razón persisten, es frecuente observar que el hombre “light” toma
sorprendentemente parte activa en ese diálogo. La interpretación de este hecho
yo la formularía así: si tengo bastante poder, en mi negocio gano mucho dinero y
he triunfado de algún modo, ¿cómo no voy a saber yo opinar de esto, de aquello
o de lo de más allá? Ser rico o ganar
mucho dinero son las mejores cartas de presentación en un ambiente “light”.
Aunque se niegue, este es el hilo conductor que hilvana todas las relaciones.
En más de una ocasión he oído comentar como el máximo elogio hacia alguien, “que tiene cinco guardaespaldas”.
Los temas de los que habla el hombre
“light” podrían quedar
enumerados así: la vida ajena, los viajes y las anécdotas de los mismos, la
cena de esta o aquella persona (en la que lo importante era sobre todo estar) o la última separación conyugal
(sobre la que cada uno manifiesta sus preferencias y críticas). Cuando se
aborda el drama epidémico de estas rupturas, es posible que la conversación
adopte un tono más interesante, pues el asunto es verdaderamente serio. En este
caso uno puede encontrarse con la agradable sorpresa de lograr una auténtica
tertulia, con todos sus ingredientes: diálogo abierto, provechosos, con
réplicas atinadas y participación activa. No obstante, si el espíritu light es excesivo, todo se mueve
por la pendiente de los tópicos, el hedonismo y la permisividad.
El marido de una paciente me decía en la consulta: “Doctor, usted irá
a cenas interesantísimas en las que se hablará de todo y saldrá enriquecido”.
“No”, le respondí. Muchas veces me he acordado de esta observación,
especialmente cuando el grado de frivolidad alcanza sus cotas máximas.
En este final de siglo (este libro se escribió en 1992), la enfermedad de Occidente es la de la
abundancia: tener todo lo material y haber reducido al mínimo lo espiritual.
No importan ya los héroes, los personajes que se proponen como modelo carecen
de ideales: son vidas conocidas por su nivel económico y social, pero rotas,
sin atractivo, incapaces de echar a volar y superarse a si mismas. Gente repleta de todo, llena de cosas,
pero sin brújula, que recorren su existencia consumiendo, entretenidos en
cualquier asuntillo y pasándola bien, sin más pretensiones.
Tomado del libro “El hombre
light, una vida sin valores” del eminente siquiatra y humanista español Dr.
Enrique Rojas. Su análisis es el de
España, un país del primer mundo, con muchas virtudes en el campo de la
cultura, pero experimentando un cambio preocupante en la juventud; cambios en
la visión de la vida de los jóvenes, que ponderan la conducta sin valores de la
nueva sociedad y menosprecia sus grandes figuras como Cervantes, Machado, Ramón
y Cajal, Fuster, Severo Ochoa y otros grandes personajes de la intelectualidad
hispana. Mucho mas preocupante aún, es la situación en nuestro tercero (¿o
cuarto?) mundo, en el que un buen porcentaje de nuestra población vive en la
miseria y queriendo ostentar “formas de vida” que se están presentando en las
sociedades de la abundancia (primer mundo), sin haber alcanzado ni siquiera un
mínimo de desarrollo económico, social y cultural. Estas son paradojas que ya
las podemos observar en nuestro país.
Ricardo Suárez Arana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario