jueves, 9 de agosto de 2007

CULTURA POPULAR - CAPÍTULO II - PAPEL DE LA CULTURA

CAPÍTULO II.

PAPEL DE LA CULTURA EN EL DESARROLLO DE LA PERSONA INDIVIDUAL Y SUS ESTADOS DEL EGO.





Los miembros de la especie humana se convierten en “personas” después de años de un proceso que se denomina, por lo general, “educación”. Si el “animal humano” no se educa, o más aún, en el caso en que las crías de humano sufran abandono total, jamás se desarrollarán los estados del Yo neopsíquicos, como el “Padre” de los transaccionalistas (o superego, para los psicoanalistas) y el “Adulto” o ego. Al “Adulto” Eric Berne lo dividía en tres segmentos —análisis estructural de segundo orden—: llamaba “Ethos” al conjunto de principios heredados y aceptados como propios previo análisis conciente), el “Technos” (todo el cúmulo de información que la Cultura provee) y “Pathos”, que es la parte del adulto que genera los rasgos más apreciados en Sociedad: el “encanto”, “gracia”, “donaire” o “distinción”. Todo esto queda subdesarrollado si no hay estímulos e información apropiados y suficientes. La conducta será instintiva e intuitiva (todo ello integrado en los estratos más arcaicos del cerebro), pues no habrá modelos que imitar ni patrón cultural que seguir. Los primeros ejemplos de lo explicado que vendrán a la mente serán los de Tarzán — Edgard Rice Burroughs escribió la novela que cuenta la historia de un niño criado por grandes simios en África al morir sus padres en un accidente de aviación— y, en mucho menor grado, de Mogwli (personaje del Libro de la Selva de Rudyard Kipling, capaz de hablar con los animales). Ejemplos que no tienen nada de literario y que son casos extremos de lo aquí explicado aparecen de cuando en vez al revisar la Historia. Jorge Fondebrider ha escrito sobre los “niños salvajes” en su libro “Licantropía” (Argentina, Adriana Hidalgo Editora, 2004), mencionando casos emblemáticos, como el de Peter de Hanover (que quizá haya influido en Jonathan Swift y su obra “Los Viajes de Gulliver”), la “niña salvaje de Champagne” y, muy en especial el de Víctor, el “niño salvaje de Aveyron”: en este último caso nunca fue posible la socialización integral del niño, a pesar de todos los esfuerzos del doctor Jean Itard, quien se resistía a considerarlo “idiota”, como lo había dictaminado el eminente médico Philippe Pinel.
La estimulación temprana de los niños por lo general lleva a un avance rápido en el desarrollo de sus facultades intelectuales y motrices. Por el contrario, un cuidado displicente y la falta de atención, o el maltrato (a menudo por padres disfuncionales, con trastornos de personalidad o también abusados) bloquean el progreso intelectual (lo que llamaríamos el proceso de desarrollo del “Adulto”) o distorsiona gravemente la visión del mundo y del propio Yo, lo que generaría posturas existenciales paranoides (Yo estoy “bien”, Tú y Ellos están “mal”), depresivas (Yo estoy “mal, Tú y Ellos están “bien”) o, peor aún, nihilistas y destructivas (Yo estoy “mal”, Tú y Ellos también están “mal”). No es exagerado decir entonces que la psicosis, muchos casos de depresión endógena y el comportamiento antisocial (aún criminal) derivan de estas posturas tomadas a una edad tan tierna como antes de los ocho años, cuando el mundo es mágico y dicotómico (“malo” o “bueno”, “gusta” o “no gusta”, “quiero” o “no quiero”) y no hay capacidad de comprender ni la complejidad de un mundo exterior ante el que se siente indefenso, ni el por qué de lo que piensa y se siente (Inteligencia emocional).
Así, el niño humano recién nacido es arcilla en las manos de sus padres. El destino de ese bebé, desnudo, indefenso, completamente dependiente, dependerá del potencial de Él mismo (algo que solo está definido orgánicamente por sus genes hasta ese momento) y su circunstancia (lo que su familia haga por él), parafraseando una cita famosa de Ortega y Gasset. Factores genéticos, lesiones orgánicas, malformaciones y enfermedades congénitas son todas variables determinantes en el devenir de la “personalidad” (lo que individualiza a cada humano, volviéndolo único, irrepetible, persona, en una palabra). Los detalles relacionados con la evolución de la psique de estas personas con handicap o “discapacidad” física o mental (y el pronóstico para una inserción social exitosa) escapan al alcance de este ensayo y pertenecen al campo de la Medicina, la Psicología clínica y la Sociología. Nos ocuparemos, en cambio, de aquellas circunstancias (partiendo del nacimiento, más aún, del cómo fue engendrada esa vida y las condiciones en que se desarrolló el proceso de gestación) que, determinadas decisivamente por las emociones y conductas de sus padres (o de las personas que cumplen con esa función) deberían convertir a un lactante desvalido en un individuo autosuficiente que acepta y goza de vivir gregariamente, en sociedad con sus congéneres.

HASTA LA PRÓXIMA ENTREGA.